Es indudable que lo que más excita las apetencias literarias del lector es saber que el autor ha sido encarcelado por sobreexcitar la libinosidad de millones de compatriotas. Groucho Marx.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Toca otra vez, viejo perdedor.

Siéntate, te voy a contar una triste historia que no consigo quitarme de la cabeza. Es una historia de un sábado de un mes cualquiera y el año es lo de menos. Es la historia de un hombre en un bar no importa dónde. Él era un hombre viejo, tembloroso y apestaba, a cinco metros de él ya notabas su olor a humo, sudor y alcohol. Me lo encontré en la barra con los ojos húmedos, se pidió un whisky solo y se sentó en el taburete del piano. Sus ropas estaba viejas, casi tanto como él, y también estabas sucias, su barba era densa y canosa pero cuando se deslizaban sus dedos por el piano se transforma. Toca, no pares de tocar, viejo perdedor, tu música hace que me sienta bien, en tus notas se reflejan tu niñez. Cuando tocaba cerraba los ojos y se dejaba llevar, de vez en cuando los abría y contemplaba su reflejo en un espejo mientras se sonreía, por momentos se encontraba mejor. No pares de tocar, viejo perdedor, tu canción eterna suena a derrota y miel. Se sentía bien, se aferraba al piano y se sumergía en su melodía, pero alrededor había hombres babosos que le recuerdan a quien un día fue él, un joven pianista capaz de hipnotizar vencido por un mujer. Ella no quería que cortaran sus alas y metida en su jaula se sentía prisionera de los segundos que se la escapaban, un día desapareció por querer sus fuerzas probar. Él, a estas alturas, no se lamenta de los fracasos de ella aunque nunca a deseado su mal, pero a veces se le veo golpear con furia y nostalgia las teclas de ese piano olvidado en este oscuro bar, hay algunos que juran hasta haberle visto llorar. Su micrófono apesta a whisky y el calor le empieza a molestar. Alrededor de ese piano se encuentran solitarios apurando a encontrar pareja un sábado más, ignorando sus canciones de amor y soledad, sus manos no paran de temblar. No pares de tocar, viejo perdedor, tu música hace que me sienta bien. Sigo hechizada por sus notas y su eterna canción no la consigo olvidar. Una mujer apareció en mitad del bar. Ella era esa mujer, la mujer de su juventud, la mujer que yo veía en sus canciones. Se acercó hasta el piano y le dijo "Eh, pareces cansado y aún no ha salido ni el sol." Hay un hombre aferrado a un piano y no lo pueden separar.

martes, 23 de noviembre de 2010

Tirito.

Hacía tiempo que no escribía y es que noviembre llegó y me ha dejado en mi huequito del sofá congelada, llena de escarcha hasta las cejas. Con tanto frío hay que pensar hasta para poder respirar y se van helando los recuerdos.
No recuerdo tu cara. No recuerdo tu pelo. No recuerdo tus manos. No recuerdo tus manías. No recuerdo tu nombre. No recuerdo tu voz. No recuerdo tus canciones. No recuerdo tu olor. A veces recuerdo que te quiero... pero se me olvida con frecuencia. Tengo frío.


"Sé que si no hacemos algo el hielo durará mil años, ¿crees que alguien nos encontrará?"

miércoles, 10 de noviembre de 2010

9/11/2010.

-Es que... ya no me quedan promesas tontas que darte.
-Ya, ni a mí me quedan sonrisas para adornar tus martes.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Era de Burning, Ronaldos y Lou Reed.

Sólo me queda rock & roll para ti, eso y algunas de mis noches vacías, mis sueños, mis desvelos y mi manía de querer tenerte un poco más. Puedo recorrerme de punta a punta el mundo intentando encontrar algo que llene ese vacío que me dejas cuando sonríes y te vas, pero sólo se quedará en eso, en un absurdo intento que no conseguiré alcanzar jamás. Te puedo decir que me vay a cuatrocientos kilómetro o a cuatro mil que a ti te da igual, tú con un "llámame cuando vuelvas, pequeña, que te habré echado de menos" lo solucionas todo. No entiendes que yo no quiero perderme por la Gran Vía las noches oscuras y frías, que yo lo que quiero ahora es perderme esas noches entre tus sábanas e irnos quitando poco a poco las escarcha, derritirla y desayunarla por la mañana. Puedo entrar en cualquier bar y escuchar piropos y propuestas indecentes de todos aquellos que se hacen pasar por caballeros para culminar en sus diez minutos de gloria pero son palabrería barata que no me dice nada, sólo tus maullidos de gato hacen que mis pelos se ponga de punta y mi carne de gallina. Aunque tiente a la suerte con todos esos héroes de barrio que miras con odio sólo quiero probar fortuna contigo, no es tan difícil de entender. Búscame en los bares y callejones de siempre que yo estaré con mi falda, mis pitillos o envelta en trapos, con los labios morados y los dientes castañeando por el frío, esperándo a ver si vienes tú con tu abrigo y con tus brazos que me rodean dándome el calor que sólo ellos saben y me salvas de este invierno que se aproxima inevitable para llevarme a tu refugio donde siempre es primavera, nuestra primavera. Hemos vivido juntos más noches que los que la luna puede contar con sus ojos inocentes, noches en las que todo estaba bien. Esta noche he conseguido volver a ser tu estrella y hemos vuelto a ser lo más rock and roll que hay por aquí pero no sé cuantas noches aguantaremos ni cuanto de alto está ese piso imaginario que creamos para que algún día tú y yo tuvieramos nuestro rincón secreto, oculto de miradas agenas. Qué triste, eh. Aunque lo más triste de todo es que en los periódicos nunca aparecerá una historia tan preciosa y aténtica como la nuestra acabada en puntos supensivos o un interrogante continuo, esa historia de cuando yo te sonrío, te doy un beso en la mejilla y tú me susurras "Vamos a perdernos para siempre, Lady Madrid."