Es indudable que lo que más excita las apetencias literarias del lector es saber que el autor ha sido encarcelado por sobreexcitar la libinosidad de millones de compatriotas. Groucho Marx.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Una cerveza y un té, por favor.

Anoche todo volvió a ser como antes, como antes de que yo saliese de tu casa hace unos días con mi enfado de niña tonta para no escuchar tus gritos ni tener que aguantar tu mal humor. Estuvimos en nuestra mesa de siempre en el bar de la plaza. Nos sentamos, nos miramos y nos callamos. Menuda escena más absurda, tú frente a un botellín de cerveza sin parar de mirarme fijamente y yo, calentándome las manos con una taza de té evitando en todo lo posible que nuestras miradas se cruzasen, tenía miedo de que al encontrarse la tensión hiciera volar todo el universo. Tras ese incómodo instante empezaste a reír, reías como un loco, en mi boca fue apareciendo una sonrisa. Allí estábamos, señores, en esa mesa de siempre mientras reíamos como locos sin poder entender nada. Intentaba encontrar respuestas a todas mis dudas y tú no dejabas de contarme caóticas historias libélulas, marsupiales y duendes sin corazón. Otra pausa muda, silencio con seriedad, otro ataque de bipolaridad. El silencio desapareció con tu "Pequeña, lo nuestro para ti no ha terminado porque este no es final que te esperabas." Te dejé que siguieras contándome tus incoherentes cuentos hasta que...
-Joder, tío, si al menos estuviera segura de que me has echado de menos, un simple te echo de menos puede salvar vidas si se dice en el momento adecuado, ¿Lo sabías?
-¿Qué se suponía que tenía que hacer? Huiste de mi vida porque así lo quisiste y yo lo acepté, me cansé de insistir y me conformé con lo que pudiese venir después, pero si quieres saberlo sí, te echo de menos.
Anoche, en ese momento, todo dejó de existir. Todo excepto él y yo, con un poquito más de vida salvada.

No hay comentarios: