Es indudable que lo que más excita las apetencias literarias del lector es saber que el autor ha sido encarcelado por sobreexcitar la libinosidad de millones de compatriotas. Groucho Marx.

sábado, 7 de enero de 2012

Conocidos desconocidos.

Quisiera que por un sólo día fuéramos completos desconocidos. Volvernos a conocernos de nuevo. Fingir que nos han dado plantón en un bar e invitarnos a un cerveza mientras conversamos tontamente. Acercarnos de improvisto con alguna torpe escusa y preguntarnos nuestros nombres. Nos daríamos falsos nombres, como si fuera la clave para merecer una segunda primera impresión. Me volverías a preguntar mi manía de arrancar las etiquetas de los tercios de cerveza y yo improvisaría una aventura de náufragos por la Costa Brava. Me gustaría quedarme embobada contemplando tu boca como si nunca la hubiera probado o como su jamás me hubiera hecho gemir de placer. Mientras hablamos nos enredaríamos en preguntas que jamás nos atrevimos a formular antes, sin tener en cuenta nuestros prejuicios. Poco a poco ser capaces de ganarnos la confianza y contarnos temibles intimidades que desconocíamos. Ser completos desconocidos riendo a carcajadas en mitad de un bar cualquiera. Subiendo cada vez más el tono de nuestras falsas (o no tan falsas) experiencias. Al final de la noche, después de tener asumido nuestros personajes, subiríamos a tu apartamento y te preguntaría ingenuamente dónde tienes el cuarto de baño, como si no fuera capaz de llegar hasta él con los ojos cerrados. Después de beber la última copa en tu sofá nos abalanzaríamos el uno sobre el otro como animales salvajes. Disfrutaríamos del sexo como si fuera la primera vez que te pierdes en mi cuerpo, como si fuera la primera vez que te hago jadear. Por la mañana, al despertar, pondrías esa canción que sabes que me encanta como si fuera pura casualidad y yo me haría la sorprendida. Al despedirme te daría un beso en la comisura de los labios y te susurraría que en una sola noche me habías vuelto a enamorar.

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