He vuelto y todavía no sé ni dónde estoy. Necesitaba escapar, tú lo sabes mejor que nadie y ha sido perfecto. Me he dado cuenta de que no te necesito, ni a ti, ni a tu sonrisa, ni a tus buenos días. Te quise y más que a nada, para qué negarlo, pero créeme que todo eso ha cambiado. Tu nombre sigue apareciendo en las aceras oscuras, en los asientos traseros del coche, en cada farola que se ilumina al pasar y hasta sigue en mi espejo pero... ya no me dice nada, ahora sólo son letras con recuerdos que no aceleran mi corazón. Es una pena, te lo digo, cariño, de verdad, porque no sabes cuánto te quise, pero hay trenes que sólo pasan una vez y a veces es mejor que ni vuelvan. Sigue con tu vida, sigo con la mía (más morena) y mañana, si quieres, hablamos y comentamos que tal el día. Gatos en Madrid hay a patadas y en este mundo de locos ni te cuento, puedes tomártelo como una despedida o un hasta luego, pero mis textos ya no llevarán tu nombre de fondo, puedes buscarlo, incluso encontrarás restos de esos que reflejen que algún día fuiste mi inspiración, pero de amor, de sentimientos de esos que había antes ya no hay, no te molestes, de todo se aprende y tú me enseñaste que en el espejo, antes de tus letras empañadas por el vaho de la ducha, está mi cara y mi estupenda sonrisa.
Hasta siempre pero como nunca. Desde lejos las cosas se ven de otra forma y cuando las olas acarician mis pies ya nada me puede parar.