Las cosas no son siempre lo que parecen, que te voy a contar que tú no sepas. Sé que a veces me sientes distante y fría, que no soy todo lo cariñosa que debería de ser pero... no tengo ovarios a decir las cosas como son, por eso me refugio en un blog de pacotilla, me dirijo a un tú que no existe y ese tú que lleva tu mismo nombre. Soy una cobarde, ya puedes decirlo, afirmarlo y repetirlo. Hay una cosa que me consuela, cierto, que tú aún tienes menos valor que yo. No sabes decir sí ni tampoco sabes decir que no. Dudas cuando dices un tal vez e incluso un quizás. Te atormentas pensando que no quieres nada cuando en el fondo lo quieres todo y te duele saber que de todo lo que quieres hay una por la que darías lo que fuera. En el fondo tenías razón cuando decías que un día de estos, cuando menos lo esperase, te echaría de menos aunque sólo fuera un poquito. Ya no creo en promesas que se ríen de si mismas antes de llegar al "te lo juro" final. Seamos valientes por una vez, si me echas de menos y te echo de menos... coño, la solución es que me invites a una caña mañana a las siete, pero de la tarde, claro. Es eso, que soy una cobarde que no es capaz de intentar luchar por lo que quiere por miedo a que todo se vaya a la mierda, que sino lucho por ti igual es... por que te quiero. Por cierto, la caña con limón, como siempre, ya sabes.
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