-No me puedo creer que seas tan rencorosa como para no querer escucharme ni siquiera un minuto.
-Ni yo que seas tan imbécil de creer que en un minuto puedes conquistar mi corazón.
-Ya lo hice una vez, ¿qué me impide hacerlo una segunda?
-Que esta vez yo no estoy por la labor, que ahora no pienso ponértelo nada fácil.
-¡Genial! Eso hace que sea más interesante, aunque... sinceramente, cariño, eso no te lo crees ni tú.
Y se marchó con su sonrisa prepotente y ese aire de soberbia sabiendo, que por mucho que me jodiese, no podía negarle ni una de sus palabras.
viernes, 9 de abril de 2010
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